El eterno debate de León sin Castilla

Félix Ángel Carreras Álvarez
Domingo, 30, Junio, 2024

La política de esta Comunidad no tiene remedio. La pasada semana hemos asistido al denominado debate sobre política general, que en realidad es el nombre que se acuña para definir lo que siempre ha sido el debate sobre el estado de la Región. Si nos quedamos en la superficie, la anécdota de la expulsión de Cuca Gamarra ha sido el único triunfo que se ha podido apuntar la oposición. La secretaria general del Partido Popular acudió como invitada, pero el portavoz de Podemos, Pablo Fernández, advirtió que legalmente no podía ocupar un espacio en la bancada popular y el presidente de las Cortes, Carlos Pollán, en un ejercicio de torpeza, accedió a esa petición y ordenó su reubicación en la zona donde se sentaban otros diputados y senadores nacionales. Con el amparo de la Ley, nada que decir. Con la lógica de la cortesía, tanto a Fernández como a Pollán se les olvidaron ciertos antecedentes que no generaron una situación tan incómoda. En la bancada hemos visto en otras ocasiones, por ejemplo, a Ortega Lara o al vicepresidente del Congreso de los Diputados, Bermúdez de Castro. No se trataba de una votación, acotada en exclusiva para los procuradores regionales, sino del discurso del presidente de la Junta de Castilla y León en dicho debate. Pero hace tiempo que la política en general vive instalada en el terreno de buscar la medalla populista con la que enarbolar una especie de triunfo parcial que, en realidad, no sirve para nada.

El debate tuvo como claro ganador al presidente Fernández Mañueco. Tampoco es un gran mérito. Tiene enfrente a una oposición absolutamente descompuesta entre las particularidades provinciales de Por Ávila, Soria Ya, las endémicas reclamaciones de la UPL, la soledad de Pablo Fernández e Igea y un Partido Socialista atenazado por lo que hereda desde Madrid, que limita al máximo su discurso y deja a Luis Tudanca noqueado antes de saltar al ring del atril de oradores. Mañueco golpeó con el anuncio de una rebaja fiscal que colocará a Castilla y León como la segunda Comunidad Autónoma con el tramo autonómico más bajo de España. El presidente pasó por encima de su pacto con VOX. Ni le interesa ni lo necesita. Hace tiempo que su socio de gobierno en la Junta está virtualmente fagocitado.

Pero como la política de Castilla y León no tiene remedio, desde León surge una nueva ofensiva denominada ‘Lexit 18’. Que la Diputación Provincial de León apruebe una moción para solicitar la autonomía leonesa y convertirse en la décimo octava autonomía de España es preocupante. Nada que objetar a las reivindicaciones históricas, pero sí a las reivindicaciones chantajistas. UPL y PSOE se alinean en León buscando un rédito político que garantice, al menos, una capacidad negociadora para sacarle rédito a su propuesta. Los socialistas recibieron libertad de voto, pero en las Cortes sus compañeros de partido se escabullían eludiendo entrar en otro bochorno parecido a lo que les llega de Madrid. "Yo he venido a hablar del discurso de Mañueco", decía su viceportavoz. Pero el discurso de la moción en la Diputación leonesa habla de León sin Castilla, de añadir a Salamanca y Zamora cuando nadie a preguntado a Salamanca y Zamora. La historia es una cosa y el sentido común de la situación actual otra.

Castilla y León se necesitan para hacer historia como Comunidad, para avanzar en proyectos, calidad de vida, bienestar, trabajo, economía, población, salud, e incluso para reconocer todas las particularidades históricas de los distintos territorios que componen una tierra que ahora tiene hasta su propio Brexit. Pero ese reconocimiento histórico no implica un desgajar un mapa que algunos quieren utilizar como moneda de cambio.

NUESTRA NEWSLETTER

SÍGUENOS